Growing scales and breathing fire

Comentario variado (y necesario) sobre la serie de TV “Deadly Class”.

Deadly Class
Creada por Rick Remender y Miles Orion Feldsott
Basada en el comic homónimo por Remender y Wes Craig
Reparto: Benedict Wong (Master Lin), Benjamin Wadsworth (Marcus), Lana Condor (Saya), María Gabriela de Faría (María), Luke Tennie (Willie Lewis), Liam James (Billy), Jack Gillett (Lex Miller), Taylor Hickson (Petra), Siobhan Williams (Brandy), Sean Depner (Viktor), Michel Duval (Chico), Isaiah Lehtinen (Shabnam), Tom Stevens (“Fuckface”) y Olivia Cheng (Madame Gao)
Producida por Anthony Russo y Joe Russo
Transmisión original en 10 episodios entre 2018-2019 por SyFy
Distribuida por Sony Pictures Television

Imagina a un (torcido) híbrido entre Degrassi, Brick y Skins, integrado por un ensamble de actores con un carisma y química muy especial, aunado a un excelente guión con una premisa que es sencilla pero repleta a su vez de un complejo world-building, pathos severos, dinámicas de personajes en constante evolución y con acción de alto octanaje, y que a pesar de su estética visual llena de gran colorido, estilización y psicodelia se siente realmente auténtica.

La adaptación a la pantalla chica de Deadly Class—la serie de culto de Rick Remender y Wes Craig—es esto y (un mucho) más, siendo su activo más importante la fidelidad al desafiante y osado storytelling del comic original publicado por Image.

A pesar de su corta duración (siendo cancelada tras 10 episodios) esta teleserie transmitida por la cadena SyFy se dio la oportunidad de abrir una brecha interesante, que contrasta y complementa a la saga de comics. Remender—siendo responsable del libreto televisivo—entendió desde un principio la diferencia entre ambos medios y destina un énfasis considerable a analizar detenidamente a su cast, y cada intervención del cuadro actoral nos brinda interacciones que son genuinas, cándidas, desgarradoras y sorprendentes, dando por sentado que no existen héroes ni villanos sino almas sujetas a circunstancias cruentas, a la indoctrinación y a un legado turbio que desprecian (o abrazan) por completo. De este modo, la audiencia presta atención desde el primer minuto, creando un vínculo lleno de curiosidad, empatía y preocupación por sus problemas.

“You know, I always joke that if we don’t get a Season 2 that this’ll be like Freaks and Geeks. Deadly Class will be over but we’ll just have give birth to a whole generation of young adults who are going to go off and take the world by storm, because they are so goddamn gifted, and each one of them brings so much to their roles.”
— Rick Remender.

Los aspectos técnicos llenan a este serial de una atmósfera sin igual y no decepcionan en absoluto. La ambientación sumamente lograda, la inmejorable banda sonora, la exquisita fotografía, los efectos en CGI impecables—el episodio no. 5 no tiene parangón—y un diseño de producción y vestuario altamente evocativo, hacen de Deadly Class un deleite visual, haciendo que los esfuerzos histriónicos—una cautivadora narrativa nihilista, el humor áspero, los momentos absurdos y la suspensión de la incredulidad—tomen una fuerza descomunal. En ningún momento los sucesos dentro de esta saga se sienten alineados de forma conveniente, todo tiene su razón de ser como producto de errores propios de la inmadurez y juventud de los personajes, teniendo consecuencias (muy) severas. Cada uno de los actores provee un gran peso en su performance, evitando que todo se caiga a pedazos. Los conflictos, recriminaciones y dilemas morales son importantes, colocando a sus vidas de cabeza y en peligro latente.

Me pareció brillante la manera en que un suceso trágico en los instantes finales fuese el detonante para entrelazar a sus vidas, quizás de manera permanente en esta única temporada, rompiendo cualquier coraza que los protegía de ser lastimados, abriéndose a la posibilidad de una amistad que no esperaban y con personas tan dispares, pero de orígenes similares al ser víctimas de una desintegración familiar que consumió a sus almas.

Deadly Class dejó en el camino a un potencial dramático de gran poderío, a lazos fraternos entre curiosos personajes, unidos en una aventura de tintes que se debaten entre la fantasía negra, el rite-of-passage, la marginación social, la traición, la inocencia interrumpida, los mercaderes de la muerte y el paso en falso que representa la venganza. En una época en donde el rol de la mujer en programas de entretenimiento es puesto bajo el escrutinio de las masas, la producción muestra a actrices jóvenes y de gran calidad que encarnan a femme fatales de amplios recursos, inteligentes y sin la necesidad de depender de nadie para superar a los retos que se le atraviesan. El reparto emplea un gran rango de emociones para mostrar a seres humanos en estado frágil, fuera de su zona de confort, pero llenos de voluntad suficiente para progresar ante sus vicisitudes.

La cancelación en definitiva de la serie el 24 de junio nos privó de una de las mejores versiones jamás hechas para un comic en televisión. En lo personal me encuentro en el campo de quienes disfrutaron muchísimo de Deadly Class y el trabajo tanto de Remender como guionista/productor y de Wes Craig—supervisando a todas las extraordinarias secuencias de animación que le dieron un color, forma y fondo inusitado a cada emisión. Ambos superaron cualquier expectativa. Obras como Akira (1988) y Persepolis (2007) llegan a la mente al hablar de adaptaciones cuadro-por-cuadro para un comic en otro medio, respetando a todos los matices que hacen a la obra original algo único. El show, aún y cuando no contó con una vida prolongada, propuso un estilo narrativo más que interesante, respetuoso y autoconsciente de la idiosincrasia y rica personalidad de sus protagonistas, visualmente nutrido y con sellos muy distintivos, con instantes selectos que le dieron un sentido de novedad y frescura.

Bajo los parámetros en los que fue presentada, Deadly Class puso distancia considerable con otras series de comics en otros géneros, tales como el drama policial, los character studies, la acción urbana y de superhéroes. Sin desprenderse de sus elementos más estrafalarios, bizarros y fantásticos, logró un approach perfecto en donde se balanceó de forma satisfactoria a los instantes íntimos y al melodrama más aterrizado y mesurado con la ultra violencia, las situaciones adultas, el surrealismo y el gore.

Como un todo, nunca se sintió redundante a comparación de las demás opciones televisivas. Su cancelación la ha dejado huérfana de un nicho de mercado de gran lealtad y potencial. Una verdadera lástima.

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