My love is vengeance that’s never free

Reflexiones urgentes sobre “Legion”, el artefacto de comics-como-televisión más importante de todos.

Legion
Creada por Noah Hawley; asistencia de guión por Nathaniel Halpern
Basada en el personaje creado por Chris Claremont y Bill Sienkiewicz
Reparto: Dan Stevens, Rachel Keller, Aubrey Plaza, Jean Smart, Navid Negahban, Jemaine Clement, Lauren Tsai, Bill Irwin, Jeremie Harris, Amber Midthunder, Hamish Linklater, Katie Aselton, Stephanie Corneliussen y Harry Lloyd
Musicalización por Jeff Russo
Diseño de producción por Michael Wylie y Marco Niro
Producida por John Cameron, Noah Hawley, Regis Kimble, Simon Kinberg, Jeph Loeb y Lauren Shuler Donner
Transmisión original en tres temporadas entre 2017-2019 por FX

Nunca volveremos a ver a una serie como Legion. O bien, nunca volveremos a ver a un comic-como-televisión al estilo de Legion.

En una época donde el “Comic como Propiedad Intelectual” se convierte en un activo codiciado y valorado desde el punto de vista monetario, el que hayamos visto a una serie de autor de esta manufactura en un canal Premium de Cable es algo más que un milagro: es ser testigos de que al mando de una visión creativa con gran autoridad podemos tener programas de TV que se salgan un poco (o un mucho) de lo tradicional y puedan ocupar un nicho—o el recuerdo permanente—entre la audiencia.

Lo vimos con Showtime y Twin Peaks en el año 2017, transmitiendo las horas televisivas más audaces de la última década. La cadena FX, con Noah Hawley en el timón, tomaron esta estafeta entre 2017 a 2019 para conducir a los espectadores a través de un tour de force que fue único y arriesgado, en donde la percepción de la realidad siempre fue cuestionada a medida que el character arc del protagonista, el desequilibrado telépata David Haller, intentó librarse de sus demonios internos y hallar su lugar en el mundo de una vez por todas.

Legion no solamente fue curioso, divertido y desafiante, sino también hermético e indescifrable, en constante metamorfosis un episodio tras otro, siendo este sentido constante de novedad su atributo más visible e importante. Una serie de TV con diversos puntos de entrada, tangentes de temática variada, red herrings y prismas lynchianos. Con Michael Wylie, Marco Niro y su amplio equipo de colaboradores en el diseño de producción construyeron sets, vestuarios, arte pictórico-arquitectónico-digital, maquillaje y efectos visuales dignos de escrutinio y análisis nutrido, y que bajo la música incidental de Jeff Russo—y una atinada selección de melodías contemporáneas—hicieron de este programa una experiencia sensorial inmejorable.

Con Hawley al frente de su círculo de guionistas se confeccionó un robusto world-building, situaciones adultas, un rol protagónico complejo y una tónica surrealista de amplia riqueza visual que amplificó sobremanera a los momentos de dramatismo y disturbio sensorial, propios de una mente en pleno colapso nervioso, impredecible y extremadamente vulnerable y peligrosa.

Personalmente, me encuentro en el campo de quienes vieron a Legion como una exploración única y exclusiva de la personalidad fragmentada de David Haller—un monumental performance de Dan Stevens que rivaliza con los mejores actores de método de su generación, incluyendo superhero actors consagrados como Robert Downey, Jr. o Christian Bale. La serie quedó a deber a su público character studies de mayor amplitud para los miembros del reparto de apoyo—que ante todo fueron análogos-composites-facsímiles de personajes del juguetero de los X-Men—aún y cuando Rachel Keller, Aubrey Plaza, Jean Smart, Jemaine Clement, Lauren Tsai y Navid Negahban brindaron momentos sublimes dentro de la narrativa. Hawley deja huérfanos de momentos cumbre a Ptonomy (Jeremie Harris), Clark (Hamish Linklater), Kerry (Amber Midthunder, quien luce ESPECTACULAR en la tercera temporada) y Cary (Bill Irwin), siendo descartados o hasta intercambiables durante la mayor parte del tiempo, y usados para conducir al plot a diversos destinos.

Las razones de esto pudieron ser muchas, incluyendo un posible veto para usar a personajes clásicos de los Hombres X en un show clasificación C, o bien para hacer énfasis en la idea de David Haller como el principio y el fin dentro del guión. De cualquier manera, la serie regala momentos cándidos, enternecedores y desconcertantes para Sidney (Keller), Melanie (Smart) y Oliver (Clement). En el caso de Sidney—siendo ella un clarísimo análogo de la popular mutante Rogue—su viacrucis personal le permite a Hawley explorar temas muy inquietantes y provocativos propios de su set de poderes y psicología, repleta de represión sexual, pathos y ansiedad social. También, el autor remueve abruptamente a un personaje como Lenny (Plaza), quien tras la tercera temporada deja de ser un cypher + sex symbol difícil de definir para atravesar (de manera fugaz) los traumas de vivir en un proverbial limbo, tomar una vida prestada, la maternidad, el interés por el prójimo y la empatía, destruyéndose a sí misma una vez que David entra en la fase final de su plan maestro para desquitarse de sus opresores.

Uno de los aspectos más originales dentro de esta serie es que se vuelve contra-intuitiva en momentos selectos, siempre demoliendo expectativas. Hawley codifica y transforma a las convenciones de lo clásico, presentando tópicos universales tales como el autodescubrimiento (temporada 1), el desorden mental (temporada 2) y la evolución (temporada 3), todos ellos bajo aderezos sofisticados y herramientas de género:

“I think the original idea was let’s take the genre out of it and think about it as a story. And if it works as a great drama, then when you add the genre back into it, it’ll only be more exciting because you’ll be able to play with all those tools that you don’t have in a traditional dramatic story.

My feeling is it may be that the majority of comic book stories are more interested in entertainment than exploration, but the genre itself is capable of real depth and innovation and my goal was to test those boundaries and see: how much can I reconstruct the story, how much can I play with the structure while still keeping it grounded emotionally?”

La progresión de la serie siempre nos ofreció un mundo abierto, de amplia variedad de tonos y texturas que se moldeaban a la orden de su protagonista, capaz de hacer a un costado a todo y a todos con tal de descubrir lo que el ente psiónico de nombre Shadow King (Negahban, en un destacadísimo espectro actoral) tenía planeado para él. Eventualmente, David Haller se inmiscuye entre los engranes de la misteriosa agencia llamada “Division Three”, y la utiliza a su conveniencia para avanzar en su vendetta, abriéndose paso en un juego del gato y el ratón en el que sale mal librado, volviéndose persona non grata. Habiendo quemado puentes, David es puesto en un punto de no-retorno, tomando la determinación de vulnerar a su propia existencia con tal de lograr un futuro libre de manipulación, abandono familiar y pensamientos siniestros.

Lo que Legion logra en 27 capítulos desafía toda categorización y nos demuestra que Hawley es un auténtico prodigio. Influenciado sobremanera por Twin Peaks: The Return en su segunda temporada, se aumenta el grado de riesgo y experimentación multimedia para confundir a su público, llevándolo a rincones incómodos y brindando momentos íntimos en donde los personajes son tanto fascinantes como vulnerables. Es en su segunda y tercera temporada en donde estos asides le brindan un respiro a la trama principal y les dan a los personajes de apoyo más importantes un lugar para brillar (aunque sea solo un poco), además de estirar al máximo el umbral de resistencia de los telespectadores y para hacer de esta serie un hito de la pantalla chica.

Legion, como spin-off de un producto como los X-Men, intenta en todo momento no volverse una reiteración tanto estilística como narrativa del producto original. Una característica representativa de la serie es sin lugar a duda sus “action scenes”—o inaction scenes, actually—donde a través de recursos plásticos y el uso cerebral de la música (rock-pop-indie-alternative) confronta a héroes y villanos en formas inusuales, hace énfasis en los temas core de la saga y brinda tanto momentos offbeat como catarsis para sus protagonistas:

“A song, in a classical musical, allows characters to speak their inner truth in a way that’s not just expository, but also feels like a genuine expression of their selves. You can do so much more with a dance than with a fight. A fight is binary: Either you win, or I win. But a dance is not just a battle—it’s also about peacocking and seduction. So in these musical numbers, we’re trying to get deeper inside the characters not as a gimmick, but as a shortcut to something unexpected and with greater impact than, say, an emotional speech about redemption.”

Los segmentos musicales dentro de Legion evolucionan claramente para pasar de lo cómico y lo curioso a lo revelador y lo contundente de un arco argumental que lleva a David a reconocer que la coexistencia pacífica es la respuesta ante un mundo que lo odia y le teme a la vez (you know you like it, true believer). Sigo teniendo opiniones encontradas con el manejo de los supporting characters, aun y cuando visualmente son puestos en situaciones que permanecen en la retina del televidente, y su screentime limitado es tanto culpa de Hawley como del reducido tiempo que esta serie tuvo para desarrollar a sus objetivos narrativos más importantes.

Legion es un atisbo importante a los límites que gente de gran visión e iniciativa intentan derribar durante esta era conocida como “peak television”. Garbanzos de a libra selectos que una vez en el tiempo aparecen para sacudir a la norma y dejar desorientada tanto a la audiencia como a las cadenas de televisión que les dieron luz verde, y que en el fondo se enorgullecen de haberlo hecho a pesar de no tener resonancia, ratings, premios o éxito comercial inmediato. Esta es la mejor adaptación de comics a la televisión de todos los tiempos, y es el testamento definitivo de una voz autoral como pocas dentro del mundo del entretenimiento como Noah Hawley.

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