Mi primer contacto con el trabajo del realizador Jim Jarmusch fue con la cinta Ghost Dog: The Way of the Samurai, alrededor de 2002-2003 en el extinto canal “Multicinema” de la cadena mexicana MVS Televisión. Mi afinidad con el cine alternativo vino de tiempo atrás y me permitió darle una oportunidad. Verdaderamente quedé muy impresionado tanto por el estilo y presentación de la historia y en el performance de su estrella, Forest Whitaker. Jarmusch sería un cineasta a seguir en definitiva.
Corrió el tiempo y ya con cierto bagaje y poder adquisitivo me aventuré a adquirir películas de The Criterion Collection, por allá de 2009-2012, incluyendo obras del propio Jarmusch tales como Stranger than Paradise, Permanent Vacation y Down By Law. Otra de aquellas películas que compré en aquel entonces fue Le Samouraï, del director francés Jean-Pierre Melville. Por esa época me convertí en un dedicado coleccionista de cine mundial y de todo tipo, siendo inspirado sobremanera por los blogposts del escritor Sean Witzke, cuyo entusiasmo por desmenuzar a lo que hacía funcionar (o fallar) a una película fue realmente contagioso. El boom del DVD como alternativa de entretenimiento se encontraba todavía en auge, y el cine de arte encontró un venue para entrar en muchos hogares mexicanos. Ediciones en Región 4 de Night on Earth, Mystery Train y Deadman ocuparon un lugar importante en mi videoteca. Poder tener (al fin) físicamente a las cintas que me hicieron enamorarme del cine y verlas con nuevos ojos en un reproductor de DVD fue una experiencia invaluable. La existencia de tiendas especializadas como Saharis y Mixup, y proyecciones de cine mundial en un video club de nombre “Videodromo” en mi ciudad natal sellaron el trato.
Le Samouraï fue toda una revelación; un artefacto que condensaba completamente a todas mis obsesiones con la cultura pop, la narrativa, la imagería, los héroes incomprendidos, la aventura y atmósferas oscuras y evocativas. Esta cinta se convirtió en mi película predilecta, y gracias a ella se puede decir que me impulsó a crear gran parte del output publicado en este blog. Escribir más de un centenar de film reviews en menos de un lustro fue una reacción natural e incluso necesaria. La afición por el cine se convirtió en auténtica cinefilia: estaba motivado, energizado y justificado para escribir, absorber, investigar y apreciar de una manera más detallada y distinta al mundo del celuloide.
No hubo marcha atrás, y cuando eso sucede empiezas a darte cuenta de los pequeños detalles: las similitudes entre Le Samouraï y Ghost Dog eran ineludibles, y más aún cuando esta última incluía a otro homage con la cinta japonesa de Branded to Kill, de Seijun Suzuki (otra de mis adquisiciones de Criterion).
Buscando en la hemeroteca de la época nos encontramos con un ensayo publicado por Jarmusch circa 2002; parte statement of work, parte justificación para este approach, y quizás motivado para darle respuestas a la prensa o a una segura crítica, en caso de que sus homenajes fueran tildados de copia o pastiche. Lo que Jarmusch trasmite en The Golden Rules of Filming no son palabras de un provocador, sino de un artista que hace un esfuerzo consciente por redefinir a sus influencias en algo más afín a su expresión personal y visión. Un punto de partida para llevar a ideas fundamientales a su siguiente nivel:
“Nothing is original. Steal from anywhere that resonates with inspiration or fuels your imagination. Devour old films, new films, music, books, paintings, photographs, poems, dreams, random conversations, architecture, bridges, street signs, trees, clouds, bodies of water, light and shadows. Select only things to steal from that speak directly to your soul. If you do this, your work (and theft) will be authentic.
Authenticity is invaluable; originality is nonexistent. And don’t bother concealing your thievery—celebrate it if you feel like it. In any case, always remember what Jean-Luc Godard said: “It’s not where you take things from—it’s where you take them to.”
Quedaba claro que Jarmusch era un alquimista, capaz de convertir pedazos de cinéma en algo más que meros tributos. Y fue en dicho tenor que nuestra obsesión renovada por el cine nos condujo por una divertida apofenia: a buscar patrones similares entre cada encuadre, secuencias y montajes. Jarmusch hacía suya la máxima de que “Great Artist Steal”, o más bien Great Artists Transform.