To whom it may concern

Comics en 2020: en distancia social.

La súbita aparición del COVID-19 ha sido la fuerza más disruptiva, quizás, desde la Segunda Guerra Mundial, e incluso la más poderosa. Nuestras primeras impresiones sobre los Comics en 2020 estaban orientadas a la opción múltiple y al alcance de la mano (o de un click), pero ahora ni eso tenemos.

Esta pandemia pone al mundo del entretenimiento alternativo en un paréntesis, y lo alinea a las precauciones sanitarias como prioridad máxima; que prevalezca el sentido común y los juicios acertados de nuestras instituciones.

Si nos situamos en la industria de los comics, es triste ver que su actual modelo de mercado cerrado, dependiente de las ventas por catálogo y tiendas detallistas para un público de nicho se vea vulnerado de tal manera que lo estemos matando a través de tinta digital tanto en foros de discusión, thinkpieces, redes sociales y por la prensa especializada. De cómo un paradigma que parecía inamovible ante el cambio se vea ahora temeroso de él; de sentirse en un callejón sin salida cuando al menos dos décadas atrás se venía diciendo que no había que repetir los errores del pasado, y es claro que todos fuimos parte de este grandísimo problema.

Lo que nos debe de quedar claro es que ahora la industria comiquera cuenta con más herramientas y un sinnúmero de experiencias dentro del mundo del publishing: las ediciones impresas no han muerto aún porque existen Publicadoras y Editores con ideas fuera de la caja, formatos con visión a futuro, la alternativa online precisamente como una alternativa (nunca un reemplazo), y por sobre todas las cosas porque ahora hay más talento de influencia variada. Abunda la creatividad y la calidad en los profesionales del medio, con estilos y voces autorales que valen muchísimo la pena.

También me queda claro que el fanático del comic mainstream ha entrado en shock no solamente por las medidas que han tomado muchas publicadoras ante el cierre de imprentas y de Diamond (el distribuidor exclusivo en los Estados Unidos), sino por el hecho de que un objeto de colección como lo es la portada variante de Batman #92 (creada por el magnífico Stanley “Artgerm” Lau, recuadro) puede quedar fuera de nuestras manos, o en manos de unos cuantos (o peor, de los especuladores y sus price tags exorbitantes). Estoy seguro que de no haber coincidido esta crisis sanitaria con la aparición de un personaje como Punchline—qué buen ojo tiene Artgerm para crear imágenes cautivadoras y enigmáticas—quizás el golpe no hubiese sido tan duro para los coleccionistas y retailers, y no estuviéramos perdiendo la cabeza. Esto nos habla también de que hay que encontrar mejores métodos que satisfagan a este nicho sin cargarnos completamente a toda una industria. No puede ser que UN comic nos haga pender de un hilo. El completismo y el volumen deben de dejar de ser el principio y el fin.

Es una lástima que el COVID-19 haya sido lo que nos abra los ojos de una vez por todas para alcanzar reformas a un sistema sobre el que nos negábamos a admitir que estaba fallido, y sujeto a una vida artificial. Es un alivio saber que ahora y más que nunca la palabra “comunidad” aún no ha desaparecido del léxico de los aficionados a los comics, y que todos en conjunto estemos encontrando maneras de disfrutar—en estos momentos de distancia social—del arte de nuestros ilustradores predilectos; que podamos ver en nuestras plataformas online a una variedad de talento tanto asalariado, amateur, underground e independiente que realmente vale la pena, y que estos problemas complejos empujen a las publicadoras a encontrar soluciones creativas y en pos de apoyar a la prosperidad de un sinfín de detallistas en tiempos de crisis, con un mejor producto y acorde a la realidad que vivimos en este siglo XXI.

Never the end…

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