“HONESTLY, THE “THIS COULD BE SOMEONE WITH VERY LITTLE MONEY’S ONLY CHANCE TO ESCAPE FOR THE DAY” IS SOMETHING THAT’S OFTEN ON MY MIND WHEN WRITING AND THINKING ABOUT THE $3.99 COMICS UNIT. IT’S ONE REASON WHY WE TRY TO GET SO MUCH EXTRA VALUE IN THERE…”
— KIERON GILLEN.

Flash #143, publicado por DC Comics en diciembre de 1998, fue el primer comic que compré con mi propio dinero. La edición era para el mercado newsstand e importada por la ahora extinta DIMSA (Distribuidora de Impresos S.A.), en ese entonces el más grande de México en su ramo. Cuando digo newsstand me refiero a que la compré en un puesto de revistas y no en una  tienda de comics—tú puedes apreciar esto cuando en el código de barras no lleva impresa la leyenda de “Direct Sales” (en el caso de Marvel se llama “Direct Edition”).

Tirando de hemeroteca, veo que la paridad peso-dólar estaba en aquellas épocas en un promedio de $9.90. Con un precio de portada de $1.99 USD, tendríamos un costo de $19.70 MXP. Obviamente si le añadimos impuestos, costos de importación y margen, el precio de venta al público habría ascendido entre $25.00-45.00 pesos.

Ya entrados en el siglo XXI, recuerdo que mis comics incrementaban su precio poco a poco, y realmente era un problema por que junto con mis amigos armábamos el pull list que ibamos a pedir del catálogo Previews y nos fijábamos mucho en el costo de nuestro hobby. El precio hasta 2002 subió desde $1.99 a $2.25, luego $2.50 y posteriormente a $2.99. Cualquier anuario o miniserie llegaba a los $3.50 o $3.99 si era de tamaño doble. En aquellos años comprar un recopilatorio era prohibitivo, no había presupuesto para ello. Recuerdo mucho al año 2002 porque “Thunderbolts” era el único comic que compraba mes a mes (y llegó un momento en que fue el único). 2002 fue también el año en el que se canceló a su narrativa original, cambiando de dirección y equipo creativo. En lo personal fue un fin de ciclo, aunque breve, puesto que cuando ya empecé a recibir un sueldo pude volver a los hábitos de consumo de entretenimiento.

Si hacemos un salto en el tiempo, al día de hoy esta misma preocupación invade al lector promedio: no se puede leerlo todo y no podemos tenerlo todo, y más aún cuando el mercado y la variedad de títulos han crecido exponencialmente. Los precios y el tipo de cambio han subido y esto nos lleva a ser selectivos. Con el advenimiento de la Novela Gráfica, el mercado se fragmentó entre aquellos que prefieren esperar, ahorrar y comprar un tomo recopilatorio, y aquellos que compran el comic de tiraje mensual.

Y esto nos lleva a una máxima: el valor agregado lo es todo. Para quien compra un comic por inercia y completismo podrá darse cuenta si obtiene valor por su dinero o no rápidamente. Al día de hoy la queja generalizada es que sus personajes favoritos ya no son lo que eran, o bien el contenido de las historias actuales no tienen nada que ver con ellos debido al salto generacional y choques culturales: nuevos lectores se traducen en nuevas maneras de contar la MISMA historia de años atrás.

La novedad es aparente. La frustración debe ser enorme.

Y la ironía es más grande puesto que las editoriales de Marvel y DC hacen esfuerzos considerables para regresar a lo viejo pero sin perder el enfoque de que necesitan a la juventud actual para perpetuar este modelo de negocio, el cual está basado en el eterno “segundo acto” de los superhéroes comerciales. Es un arma de doble filo.

Mientras que en el mercado del superhero comic el valor añadido era intangible, fue en el año 2005 cuando Warren Ellis y Ben Templesmith introducen en el comic de “FELL” el primer comic con verdaderos extras. Bajo el nombre de “backmatter”, Fell incluía un par de páginas de interesante miscelánea. El hecho de tener menos “contenido” era suplantado por material adicional que describía al proceso creativo.

Esta idea mutó sobremanera cuando aparece Casanova, serie por Matt Fraction, Gabriel Bá y Fábio Moon. Además de notas del autor (bibliografía, anotaciones, reflexiones, anécdotas, artículos de opinión) se incluían pinups, sketches y/o arte preliminar.

Comics de mayor antiguedad como “Watchmen” y Earth X ya incluían material suplementario pero eran addenda que enriquecía a los mundos de ficción creados por sus autores. A diferencia de aquellos comics, el “backmatter” del siglo XXI era un acceso tras bambalinas a la mente de nuestros escritores y artistas favoritos. El gran éxito de este material fue replicado por Marvel y DC en sus ediciones recopilatorias, aunque con resultados muy contrastantes—galería de portadas, sketches preliminares, comparativos entre guión, lápices, tintas, letra y colores. Personalmente sigo sin encontrarle valor a algo que no varía mucho de su presentación original.

Incluso les puedo decir que soy de los lectores que no desprecian el tener la misma historia en varios formatos. Pero de ninguna manera acepto que los compendios no tengan extras de mayor interés.

Otro cambio que me ha parecido muy bueno es el incentivar a los lectores a adquirir el comic en el tiraje mensual para tener acceso al backmatter. Series bajo la pluma de Ed Brubaker en Image Comics tienen extras que no se reimprimen en los recopilatorios (artículos de opinión, pinups, ensayos de autores invitados) lo cual incrementa automáticamente el valor añadido. Títulos como “Lazarus” de Greg Rucka incluyen bibliografía esencial que desmenuza a su narrativa. Inteligentemente, ambos autores han tomado la decisión de crear material extra distinto para sus recopilatorios, convirtiéndo a sus obras en must-haves en cualquier formato.

Al día de hoy las secciones de cartas al editor son un escaparate aparte, sobretodo cuando el equipo creativo responde a las preguntas de sus lectores. Ese material como tal es revelador, cándido y lleno de detalles interesantes. Comics como The Invisibles en los 90s eran un deleite puesto que Grant Morrison respondía a las misivas de su público, y al menos en tres ocasiones distintas escribió ensayos muy a su estilo, y que ya forman parte del anecdotario detrás de esa serie. Una vez que Marvel Comics e Image trajeron de vuelta a las secciones de cartas (después del año 2012) esta tradición ha vuelto por sus fueros.

Sin lugar a dudas, si las ediciones en idioma nativo de tus comics favoritos tuvieran ensayos, introducciones, prefacios o colofones que desmenuzaran a tu lectura de pies a cabeza, estaría inclinado a comprarlas. ¿No hay presupuestos? ¿Nos da flojera como editoriales? ¿No hay talento? Yo creo que vale la pena, y mucho. Aquí un ejemplo de la edición en castellano (por Panini España) de “Rogue & Gambit” (2018), con introducción de la talentosa periodista y amante de lo pop Elisa McCausland (Foto por @freaksurvivor vía Twitter):

Por eso y muchas cosas más, exige siempre más por tu dinero.

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