Kill your enthusiasm

Cuando tu comic favorito rota equipos creativos es un fastidio.

“ARTIST CHANGE KILLS MY ENTHUSIASM FOR A BOOK. AFTER ONE ISSUE? I’M LIKELY TO JUST QUIT IT.”
— DECLAN SHALVEY.

Mi primer tragedia nunca se olvida: Fabián Nicieza, uno de mis héroes, lo corren de GAMBIT en 2001 antes de que pueda terminar su historia, atando cabos sueltos a como su cabeza le da a entender. Su reemplazo: Scott Lobdell, que no era santo de mi devoción. La estadía de ambos en X-MEN y UNCANNY X-MEN marcó a una generación, pero en mi mente es Nicieza el que salió mejor librado, y el que tuvo relatos más memorables. Eso sí, Lobdell era muy bueno con guiones autocontenidos. Aún conservo el Uncanny #303, el último adiós de Illyana Rasputin, un culebrón como pocos, y fue una de las muertes de personajes que más años duró en Marvel. A Lobdell le duró el gusto solo un mes, puesto que Gambit fue cancelado por la editorial.

Cuando Warren Ellis toma Thunderbolts en 2006-2007, reemplazó también a Nicieza. Mi mayor decepción no fue esa, sino el hecho de que tuvo las mejores ventas en la historia del título, haciendo olvidar al elenco original lanzado en 1997.

Sigh.

Robert Weinberg (1946-2016) escribió las mejores historias para CABLE, pero su etapa también fue cortada de tajo. Con un plan a cuatro años, no logró completar ni la mitad a pesar de labrar una narrativa interesante y de gran calidad. Su reemplazo fue nada menos que David Tischman e Igor Kordey, con el título tomando una dirección completamente distinta y más cercana al mundo real (ugh). Tras menos de un año, la serie se renombró “SOLDIER X”, con ventas bajísimas aun y cuando las portadas llenas de psicodelia de Kordey siguen siendo recordadas con agrado.

Ese es mi top 3 de runs incompletos en Marvel, una editorial que con el paso del tiempo ha permitido a sus equipos creativos el terminar sus etapas pero bajo parámetros MUY restrictivos. El término “largo plazo” se volvió anatema, las muertes y resurrecciones prohibidísimas, flashbacks ni se diga y cosas como globos de pensamiento y las referencias al pasado (¡continuidad!) eran taboo. Las historias no podían durar más de un año, al más puro estilo de las series televisivas. Trabajar bajo el esquema de “temporadas” era necesario para atraer a lectores nuevos, y más aún cuando películas como X-MEN, SPIDER-MAN, FANTASTIC FOUR, GHOST RIDER, DAREDEVIL, ELEKTRA, HULK, PUNISHER y BLADE estaban a la orden del día y manufacturadas para captar a un público neófito.

DC es un caso aparte. Es la peor en ese sentido. Y más aún cuando en la rumorología de la época eran rampantes las disputas entre editores, escritores y freelancers. Toda la verdad llegaba a ojos y oídos de los fanboys: DC era un caos, subyugada por un conservadurismo a rajatabla. La era editorial de Dan Didio desde 2002 fue sistemáticamente rotando equipos creativos, y al día de hoy ignoro con que afán, pero fue y es una constante repetida vehementemente.

Quizás la tirada era convertir a la “Era de Autor” en añicos, y devolverle a los comics de superhéroes la importancia del personaje e ir diluyendo el caché que representaba tener a escritores y dibujantes Top.

Aun así, no pudo con todos ellos: gente como Geoff Johns y Grant Morrison ocupaban una parcela particular. Eran los señores feudales de Linterna Verde y Batman, respectivamente, con sus runs impervios al cambio. Ni siquiera los crossovers multitudinarios eran capaces de deshacer a sus planes maestros. Eran comics de nicho, best sellers y había que permitirles llegar hasta el final del camino.

Mismo caso el de Brian Bendis en Avengers. Marvel le dio carta blanca al que con el tiempo se convirtió en el arquitecto de su éxito.

Pero fueron excepciones a la regla, y una vez concluidos sus respectivos ciclos, estos títulos pasaron a manos de otros profesionales del comic, en round-robin constante.

La puerta giratoria de DC me tiene hasta las narices, y no se diga las interminables cancelaciones y relanzamientos anuales en Marvel. No hay título que se salve de terminar mordiendo el polvo en un mercado tan incierto como el que vivimos ahora, lleno de #1, portadas variantes ad nauseum, dibujantes incapaces de cumplir deadlines a causa de calendarios editoriales tan ajustados. Es imposible disfrutar de un entretenimiento CONSISTENTE, lleno de fill-ins, relevos interminables y de una calidad tan dispar como espeluznante.

Y no se digan aquellas series Top Ten que se llenan de meses y meses de retrasos, matando todo ímpetu y trepidancia del lector. Se festeja que se mantengan voces autorales y artísticas singulares, pero si realmente se desea tener un calendario de publicación puntual, mes a mes, no se aprende la lección de tener cosas terminadas por adelantado antes de lanzarlas al mercado. La obsesión por ser el mejor en cuanto a participación y volumen se llevó todo al carajo.

A diferencia de otras industrias del entretenimiento, los comics DEPENDEN del buzz generado por el Internet. Es tu herramienta más útil, pero también la más peligrosa. El control de daños es exponencial, y más aún cuando miles de tiendas detallistas dependen de que artistas y guionistas cumplan con sus compromisos, y el que se ventilen estas mini tragedias en cuestión de un click no ayuda en nada.

La inercia y el completismo del fanático ya no son suficientes al día de hoy. Un cambio de improviso te rompe las pelotas y te explota los ovarios.

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