De la misma forma que armé mi canon personal—basado en categorías fijas—aquí voy a enumerar las cosas que me hubiese gustado vivir o saber en mi infancia:

El Draft de la NFL de 1983.

El Draft de la NBA de 1984.

El Madrid de “La Quinta”: en vista de que el Real Madrid había fichado al delantero mexicano Hugo Sánchez, Grupo Televisa firma un contrato sin precedentes con el club blanco—y avalado por la entonces incipiente Liga Profesional de Clubes—para transmitir sus partidos a una tasa de 1.5 a 2 millones de pesetas por encuentro, sin incluir regalías con los demás equipos rivales, que se cobraron aparte. Este es el detonante para que el público nacional se enamorara en forma definitiva del Madrid, que en ese momento contaba con una de las generaciones más importantes de su historia, encabezada por la ya legendaria “Quinta del Buitre”: Míchel, Pardeza, Sanchís, Martín Vázquez y Butragueño. Televisa retransmitía los juegos del equipo de Chamartín, incluyendo la mítica chilena en Logroño de Hugo un 10 de abril de 1988. Resaltan sobremanera las épicas eliminatorias en la Copa de la UEFA y en la vetusta Copa de Europa, por lo que el televidente mexicano fue testigo asiduo de las electrizantes remontadas de la Quinta y compañía ante rivales históricos, así como también de las frustrantes eliminaciones que estigmatizaron a esta generación de futbolistas, que no pudieron dejar su huella como monarcas del continente.

El único memento de esa época ajena a mi consciencia fue un poster del Madrid de la temporada 88-89, siendo dirigido en ese entonces por el holandés Leo Beenhakker. Esa imagen del equipo blanco me unía a su historia de alguna forma, y cuando empecé a ver su juego en los años siguientes tirando de la hemeroteca en mi universidad local, del YouTube y de las memorias de Manuel Jabois, madridista extraordinaire (“Grupo Salvaje” es una lectura esencial), el sentido de pertenencia era realmente magnético:

Vivir un Poco (first run, 1985-1986): Televisa’s finest achievement, la más emocionante. Si tienes que ver una telenovela mexicana en tu vida, una sola, tiene que ser esta. Nunca más habrá un melodrama mexicano igual, en donde la conjunción del argumento, banda sonora y actores alcanzó el ápex perfecto, avanzando a su laberíntico y fascinante McGuffin (“Entre todos ellos está el asesino, pero ¿cuál fue?”) a través de personajes principales y secundarios exquisitamente bien logrados, entrañables y de espectro histriónico variado, en donde se examina agudamente su diferencia de clases y las reacciones que experimentan ante una fuerza de la naturaleza como lo fue Andrea Santos, encarnada por la imperial Angélica Aragón, cuyo sutil y mercurial performance de gran corazón, furia, notable belleza y valentía supera, por mucho, a la legendariamente maquiavélica Catalina Creel de María Rubio en la también esencial Cuna de Lobos. A través de reruns en la TV local logramos apreciar este que fue el punto más alto de las producciones telenoveleras de nuestro país, un dramático whodunnit de venganza e intriga que alcanzó la inmortalidad. Imperdible.

Leer Epic Illustrated, Crisis on Infinite Earths, early Morrison (Bible John, Zenith, Arkham Asylum), early Claremont (God Loves, Man Kills, New Mutants) y el “suspenso sofisticado” de Alan Moore (Big Numbers, Miracleman, V for Vendetta, From Hell). Leerlos en su primer print run hubiese sido la experiencia comiquiera definitiva.

Haber descubierto a Sandman en primera edición y encontrarle—al fin—su encanto. Al día de hoy me sigue pareciendo elusivo, esparcido, distante e impenetrable; un gusto adquirido, supongo. Leer a Jim Lee en Uncanny X-Men (fascinantes historias autocontenidas), al Batman de Peter Milligan (strong-mad energy, “La Raíz Idiota” me sigue pareciendo fantástica) y al Fantastic Four de Walter Simonson (fugue-state comix!). Con el paso de los años fue un esfuerzo de back-issue hunting mandatorio y muy divertido.

Leer Born Again y Fall of the Kingpin, back-to-back.

El Argentina-Inglaterra de 1986 (el gol más hermoso de los mundiales y la ‘Mano de Dios’, no less). Si tuviera una máquina del tiempo, me iría a ver a Maradona a la Bombonera de Boca en el Metropolitano del ’81.

La final de Monterrey-Tampico-Madero del Torneo México ’86, la primera liga rayada.

El primer ciclo de Michael Jordan en la NBA, cuando “Dios se disfrazó” como él para meterle 63 puntos a los Celtics de Larry Bird en 1986. “El Disparo” a los Cavaliers en 1989. El primer “Three-peat” de los Chicago Bulls y su retiro en el ’93 (con tintes trágicos e inolvidables). Afortunadamente pude disfrutar su segundo three-peat con los Bulls, en lo que fue la década más importante en la historia del baloncesto americano.

La alucinante rivalidad Prost-Senna del ’88 al ’90. El ver los siete mundiales de Schumacher, sin embargo, fue una consolación aceptable.

Comprar el “Disco Perdido” de Moenia—mi banda mexicana favorita—en 1992.

Mike Tyson vs. Larry Holmes (1988), Julio César Chávez vs. Meldrick Taylor (1990) y Evander Holyfield vs. Holmes (1992).

Haber visto en el cine y no en la tele “La leyenda de una máscara” (José Buil, 1989), “Sólo con tu pareja” (Alfonso Cuarón, 1991) y “Cronos” (Guillermo del Toro, 1992).

Antes del fansub: los theatrical runs de Golgo 13 (1983), Macross: Do You Remember Love? (1984), Akira (1988) y Street Fighter II (1994). Ver Nadia: The Secret of Blue Water en la tele (1990-91, Gainax antes de ser GAINAX).

La Copa de Europa ‘91-92 (el último torneo del knockout) y la Champions League ‘92-93 (el nuevo formato con la victoria del Olympique de Marseille). La Orejona y yo seríamos inseparables en el siguiente certamen.

Para ti que viviste todo esto considéralo un gesto de envidia sana de mi parte.

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