Moonrise Kingdom

Una divertida colección de homenajes estilísticos al servicio de agudísimos esfuerzos cómicos y dramáticos de gran empatía.

Moonrise Kingdom | Estados Unidos, 2012
Dirigida por Wes Anderson
Libreto cinematográfico por Wes Anderson y Roman Coppola
Reparto:
Jared Gilman, Kara Hayward, Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Jason Schwartzman y Bob Balaban
Cinematografía por Robert Yeoman
Musicalización por Matt Mothersbaugh y conducida por Alexandre Desplat
Edición por Andrew Weisblum
Producida por American Empirical Pictures, Indian Paintbrush y Scott Rudin Productions
Distribuida por Focus Features

Jóvenes. Incomprendidos. Enamorados. El sofisticado huérfano Sam Shakusky y la autodestructiva Suzy Bishop encuentran en la compañía mutua aspectos que les abren la posibilidad de escapar de la incertidumbre que engulle al intrascendente poblado marítimo de New Penzance.

Su ausencia no tarda en hacerse notar por los padres de Suzy, quienes junto al sheriff local y los compañeros Boy Scouts de Sam emprenden una búsqueda muy singular cargada de elementos off-beat, inexpresiva comedia, ironía, cinefilia autoconsciente, una actitud pesimista y humor ennegrecido que llega a un punto álgido donde sus complejos existenciales salen a flote, forzándolos a tomar determinaciones de vida si desean coexistir en armonía de una vez por todas.

Entrañable de principio a fin, Moonrise Kingdom es una realización que le garantiza al espectador un rato sumamente agradable. De nueva cuenta, el talentoso y controversial Wes Anderson se hace acompañar de un co-guionista (en la persona de Roman Coppola) para desmenuzar en escenarios meticulosamente delineados a personajes plagados de pathos severos.

En su estructura temática, encontramos patrones similares dentro de Moonrise Kingdom que nos hacen recordar inmediatamente a realizaciones previas del propio Anderson, tal es el caso de The Royal Tenenbaums (2001) y The Life Aquatic with Steve Zissou (2004).

Sin embargo, Kingdom resulta ser una atrayente y convincente sucesora espiritual, un producto fílmico que logra transmitir el mismo mensaje pero de una forma más efectiva, plasmando una historia cohesiva en la que las excentricidades del reparto por ningún motivo colocan una barrera impenetrable frente a su audiencia.

Mientras que Tenenbaums es distante, atrapada en ámbar, inalcanzable, Moonrise Kingdom es una puerta abierta, que invita a la participación del público, sin olvidar sus parámetros como metáfora caricaturesca de la condición humana, lo que le permite ser coherente con los objetivos artísticos que Wes Anderson se ha trazado como realizador. Es dentro del mismo guión donde le es provisto implícitamente al espectador este propósito, y que en todo momento celebra la filosofía de este director como storyteller:

“What do you want to be when you grow up?”

”I don’t know…I want to go on adventures I think; not get stuck in one place.”

Este brevísimo pero amplio manifiesto logra con creces superar a su vez lo visto en Life Aquatic, cuyo fastuoso diseño de producción se convierte en vacío artificio que no otorga fuerza a la historia. Moonrise Kingdom triunfa al lograr superar ese handicap, siendo crucial los esfuerzos de Adam Stockhausen, Gerald Sullivan y Kasia Walicka Maimone para edificar un New Penzanze que cobra vida propia y cuya intrincada geografía se vuelve protagonista en la travesía de estas almas enamoradas y en desgracia constante, estableciendo fehacientemente un gran Atlas con los elementos necesarios para hacer tangible esa aventura sensacional de la cual presume el libreto cinematográfico.

En el aspecto artístico, Anderson y Coppola forzan a Edward Norton a exhibir el nivel de calidad con papeles fuera de la norma que nos tiene acostumbrados, y a retar a Bruce Willis a ofrecer uno de sus mejores performances en el séptimo arte como el Capitán Sharp, sacando completamente un matiz insospechado para uno de los epítomes del action hero estadounidense:

Sam Shakusky: Did you love anybody, ever?

Capt. Sharp: … yes I did.

Sam Shakusky: What happened?

Capt. Sharp: She didn’t love me back.

Anderson ofrece gut-wrenching dialogue que le da una fuerza e impacto a las caracterizaciones, logrando una empatía con el público. De igual forma, el guión es confeccionado a la medida de las infalibles características actorales de Bill Murray para esculpir personajes a la deriva:

“I hope the roof flies off and I get sucked up into space. You’d be better off without me.”

Y también para darle una sagacidad al deadpan comedy que nunca se siente fuera de tono, siendo bastante curioso los contrastes con el colorido escenario que rodea a estas almas atormentadas por la soledad y sueños rotos:

Sam: What happened to your hand?

Suzy: It got hit by a mirror.

Sam: How’d that happen?

Suzy: I lost my temper at myself.

Pero lo que sin lugar a dudas resulta ser todo un acontecimiento, y lo que coloca a Moonrise Kingdom dentro de las obras definitivas de Wes Anderson – aunque lejos de su obra maestra, Rushmore – es su explícita determinación por regalar referencias cinematográficas.

Si bien Bottle Rocket emula de manera abstracta a Goodfellas, Rushmore a las cintas de Peanuts de Bill Melendez, Tenenbaums a The Magnificent Ambersons, Life Aquatic a la carrera del oceanógrafo Jacques Costeau y The Darjeeling Limited al cine humanista de Satyajit Ray, Kingdom se convierte en una oda a la obra de Quentin Tarantino y Jean-Luc Godard bajo la deslavada estética visual de los romances y melodramas italianos de los 70s.

Sam, interpretado con gran temple sin perder ternura e inocencia por Jared Gilman y Suzy, creada con un esfuerzo actoral destacadísimo lleno de desplantes mercuriales de Kara Hayward, evocan sin duda la confianza y desfachatez de films como Pierrot Le Fou (1965), bajo la tónica estilística de Le Mépris (1963), aunque sin duda la imagen que resalta por sobre todo es la reminiscencia de sus protagónicos al pasional-pero-efímero romance del auteur Godard y su musa, la inolvidable y mítica Anna Karina:

Awesome, isn´t it?

Tarantino recibe su tip of the hat con claros desplantes histriónicos similares a los mostrados en el memorable baile en el Jack Rabbit Slim’s en Pulp Fiction, Mr. Orange en aprietos en Reservoir Dogs y la sumamente divertida tropa de Boy Scouts que sin duda es inspirada por Aldo Raine y sus Inglorious Basterds.

Anderson no esconde homages a sus propios films – en este sentido la película reúne lo mejor de su repertorio técnico con slo-mo, tracking shots sobre sus laberínticos e híper detallados escenarios y secuencias en primera persona donde se ofrecen monólogos disparatados. De igual forma, el director establece viñetas que nos hacen elaborar un checklist pictográfico, con elementos visuales que nos remiten a L’Ultima Cena de Leonardo Da Vinci, American Gothic de Grant Wood y las litografías de Boy Scouts ilustradas por Norman Rockwell.

Moonrise Kingdom es el refinamiento a una fórmula narrativa que ha hecho de Wes Anderson un blanco tanto de aprecio y devoción como de crítica encarnizada, una obsesión que se transforma para bien en un balance que ahora es perfecto entre caracterización y la precisa puesta en escena para magnificar las actuaciones de su reparto y elevarlos de seres estáticos a tridimensionales, y que sin duda la coloca entre sus mejores realizaciones, a la par de la precisión emotiva y destreza de The Darjeeling Limited y Rushmore.

Previous post Una cápsula del tiempo para lectores adultos
Next post Art & Emotions