The Cell

Una cinta que pesar de su incomprensión guarda atributos inigualables para una historia de crimen y castigo.

The Cell | Estados Unidos, 2000
Dirigida por Tarsem Singh
Libreto cinematográfico por Mark Protosevich
Reparto: Jennifer López, Vince Vaughn, Vincent D’Onofrio, Dylan Baker, Marianne Jean-Baptiste y Jake Weber
Cinematografía por Paul Laufer
Musicalización por Howard Shore
Edición por Paul Rubell y Robert Duffy
Producida por Donna Langley, Carolyn Manetti, Julio Caro y Eric McLeod
Distribuida por New Line Cinema

Sin lugar a dudas, The Cell es una película adelantada a su época.

Incomprendida y desairada en su momento (probablemente por su críptico título desde de un punto de vista comercial), esta es una joya fílmica de bajo perfil que es presentada de una forma única, donde cada uno de sus componentes colaboran para hacer un producto que conjuga brillantemente una premisa básica de crimen procedural bajo el velo aparente de la ciencia ficción, con destacadísimas actuaciones que le imprimen momentos adecuados de dramatismo y tensión, y una cinematografía y efectos especiales que amplifican el sentido de asombro, presentando viñetas surrealistas en sucesión.

Este es quizás el mejor trabajo de Mark Protosevich como guionista dentro de Hollywood, cuyo libreto es llevado a su máximo potencial por el director adecuado, e indudablemente el único capaz de  llevarlo a puerto seguro.

The Cell marca el debut del realizador Tarsem Singh, un hombre cuya sensibilidad como artista tiene como interés principal el analizar la fuerza de las imágenes en la pantalla y los estados emocionales que despiertan en la mente diversos contrastes que se gestan al retratar tanto el mundo real como el concebido por la imaginación. Tarsem usa al film como un filtro entre la audiencia y el arte pictórico y arquitectónico, y con ello transmitir lo simbólico y el legado cultural multiétnico que la historia antigua de la humanidad le ha heredado al ser humano contemporáneo.

Numerosos tributos aparecen en este film tales como el minimalismo de Terrence Malick, la imaginación sin límites de las cintas Fantastic Planet y 2001: A Space Odyssey, la estética del artista visual y fotógrafo Anton Corbijn, la influencia espiritual del genre-blender de The Matrix y la novela cyberpunk Neuromancer, las atmósferas surgidas en su propio video musical para R.E.M. de Losing my Religion, así como también la esencia de civilizaciones orientales y africanas en vestimentas y arte gráfico, además de la pintura clásica europea con elementos teológicos.

El score musical de Howard Shore contribuye sobremanera para ofrecer pistas de estas contribuciones culturales, con gran mesura y sutileza, sin interrumpir el flujo de la historia con desplantes sonoros que nos distraigan del encanto de las imágenes concebidas por el realizador y por el destacado diseño de producción y vestuario que les dan vida propia.

The Cell narra la misión del agente federal Peter Novak (Vince Vaughn), quien en su intento por averiguar el paradero de una joven recurre a un poco ortodoxo y futurista método de psicología, en la cual la Dra. Catherine Deane (Jennifer López) se sumerge en la mente del secuestrador y asesino serial Carl Stargher (Vincent D’Onofrio) cuyo subconsciente construye un laberinto donde lo sacro y lo profano se mezclan con recuerdos reprimidos que se manifiestan de formas grotescas, provocativas, enigmáticas, majestuosas, lúgubres y espeluznantes.

La cinta demuestra en su estructura narrativa una confluencia entre un guión que se toma su tiempo para balancear secuencias de caracterización con exposición en las dosis correctas, intercalándose sin problemas con la inventiva visual de Tarsem. El montaje es inteligente para mostrar inicialmente el viacrucis de López por intentar convencer al mundo de los méritos de una ciencia empírica, seguida del tormentoso huracán psicológico de D’Onofrio, y de cómo estos rumbos coalescen con la investigación policiaca, demostrando que Vince Vaughn es un efectivo actor dramático, por encima de sus cualidades para la comedia ligera.

D’Onofrio otorga en The Cell un magnífico desplante de emociones en colisión, dejando claro su gran talento. Esta versatilidad entre lo visceral y la fragilidad humana nos otorga indicios de lo que personalmente es su rol histriónico definitivo: el Detective Bobby Goren en la serie de televisión Law & Order: Criminal Intent.

De igual forma, Jennifer López nunca alcanzó alturas como en esta película, donde el director fue sabio al dar sólo atisbos de su exuberante sensualidad y dejar que su personaje — lleno de una inocencia y carga emocional que se debate entre la pesadumbre y el optimismo — nos cautive.

The Cell es una película de gran manufactura, donde el desempeño actoral logra eficiencia y calidad, y que logra contribuir con un peso específico sobre sus atributos más elocuentes, representados en el festín visual que Tarsem impregna tanto en lo mundano como en lo fantástico.

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