Nymphomaniac Vol. 1

Una obra magna que, aunque editada, transmite en forma concisa sus aspectos controversiales, dramáticos y estilísticos.

NFMV1posterNymphomaniac Vol. 1 | Dinamarca, 2013
Escrita y dirigida por Lars von Trier
Reparto: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Stacy Martin, Shia LaBeouf, Christian Slater, Uma Thurman, Sophie Kennedy Clark, Connie Nielsen, James Northcote, Charlie G. Hawkins, Jens Albinus, Felicity Gilbert, Jesper Christensen, Hugo Speer, Cyron Melville, Saskia Reeves, Nicolas Bro y Christian Gade Bjerrum
Cinematografía por Manuel Alberto Claro
Edición por Morten Højbjerg y Molly Marlene Stensgaard
Producida por Zentropa Entertainments, Heimatfilm, Film i Väst, Artificial Eye y Les Films du Losange
Distribuida por Les Films du Losange, Concorde Filmverleih y Magnolia Pictures

DISCLAIMER: Tú no necesitas saber esto, pero en caso de que estés interesado…

Este comentario describe solamente lo que la distribución hecha por ZIMA Entertainment logró conseguir y permitió mostrarnos en las salas cinematográficas de México: el corte internacional de 118 minutos — de 245, y éste a su vez de un total de 300 (!) — para Nymphomaniac, bajo el subtítulo de “Vol. 1”.

En realidad no debería ser algo que me moleste, pero lo es — el “Vol. 2” presume un metraje de solamente 124 min. — y refleja lo difícil del marketing para el cine de nicho en Norte y Latinoamérica (y un tema a discutir para otra ocasión, por supuesto).

So, long live Director’s Cuts! (-___-)

Nymphomaniac vol. 1: What if Peter Greenaway does a porno film?

En 118 minutos (perdón que insista, pero soy de la audiencia que le preocupan cosas tan triviales, trilladas — ¡banales! — como “integridad” y “visión artística”, whatever that means…) Nymphomaniac Vol. 1 se presenta como un agudísimo spotlight a un director que a través de un subject muy específico le ha dado forma a una filmografía que no solamente es provocativa sino (intencionalmente) controversial, brillante y a la vez infame, que a lo largo de tres décadas de carrera ha confeccionado una efigie de tirano implacable (aunque suavizada a lo largo de los años) y con esfuerzos conscientes por volverse impredecible y/o demoler su prestigio ante la audiencia, la prensa y la crítica especializada (RE: Autoproclamado Mejor Director del Mundo en Cannes 2011, así como el Incomprendido, Irónico e ¿injustamente? etiquetado “Antisemita” (facepalm).

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Nymphomaniac funciona a través de una precisa yuxtaposición de elementos que nos remiten a las Artes, las Ciencias, la Sociología, la Teología, la sexualidad al extremo y el erotismo como instrumento de manipulación de la audiencia, una cinta donde convergen máximas como la Mujer y la Pistola de Godard más el radicalismo del Sexo y la Muerte de Greenaway, siendo a la vez plenamente consciente de su naturaleza como un relato de ficción participativo, un facsímil de una ‘Tijuana Bible’ que ofrece variados espacios para burlarse de sí misma ante sus notorias conveniencias del plot, pero con la precisión milimétrica para mostrar emociones humanas sumamente genuinas y bajo el yugo del libre albedrío, la desesperación, el conflicto entre la emoción y la razón, lo primitivo y la actitud cívica.

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En Nymphomaniac, vemos como un simple acto de curiosidad humana a temprana edad nos lleva a presenciar un curioso, perturbador, lascivo, deprimente, analítico, irónico, acerbo y desolador character arc (narrado con sutil frialdad por la cerebral y a la vez vibrante Charlotte Gainsburg) en la búsqueda por definir y encontrar un rumbo a una vida libre de estructuras sociales, religiosas o morales, ya sea heredadas o autoimpuestas, y las (aparentemente brutales) consecuencias más allá de la soledad que esto conlleva.

La ausencia de este andamiaje conductual es analizado en base a un atractivo collage de fascinantes aunque inverosímiles e irrisorias metáforas artístico-científicas, que sin duda alguna sazonan de una forma muy especial a la cinta, y sirven tanto de interpretación subjetiva como preámbulo a toda una vorágine de escenas sexuales mostradas bajo una franqueza que amenaza con sobrepasar nuestro umbral de resistencia.

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A pesar de su advertencia como un producto aparentemente víctima de la auto censura al ser dividido en dos largometrajes, ésta intención original mencionada en párrafos anteriores logra plasmarse de forma plena en la pantalla. La audiencia se vuelve cómplice morboso de un ensamble de actores que en mayor o menor medida cumplen a carta cabal su labor de ser peones del plot pero transmitiendo sensaciones específicas al público, incluyendo career-best performances para actores reconocidos en el mainstream.

Shia LaBeouf. Estreno de Nymphomaniac, Berlinale 2013.

En este sentido, queda demostrado que Shia LaBeouf no funcionará como protagónico en la mayoría de las ocasiones — aunado a controversias personales que amenazan con provocar el colapso prematuro de su carrera cinematográfica — pero es un EXTRAORDINARIO actor de reparto, cargando con un peso específico en la narrativa y logrando ser el foco de atención en lapsos selectos. Suyo es el momento de jugar al “galán” à la Godard, en conflicto directo con la “diva”, que se vuelve enigmática, inalcanzable y auto-consciente de su lugar como inasequible premio. Las reacciones de LaBeouf ante esa ineludible derrota en sus intentos románticos nos regala tanto un breve malestar pero interesante resolución, al atar su destino con el de la protagonista en un inusual idilio que es disfrazado en el guión como un análisis del sexo y el amor, su irrompible vínculo ya sea como complemento u obstáculo para disfrutarse por completo.

De Christian Slater sólo puedo decir que es el recipiente de los (posibles, únicos) aplausos que pudiera recibir esta cinta al convertirse en el símbolo de aquello que la protagonista perdió al ser esclava de sus obsesiones, la única pizca de “normalidad” a la que se sujetaba y volvía una y otra vez en su memoria aún y cuando se sumergía en la promiscuidad y la decadencia. von Trier arrebata inmisericorde esta esperanza a su personaje principal, y Slater entrega con gran dureza la tragedia que conlleva el deterioro físico y mental de un padre azotado por la enfermedad.

Stellan Skarsgård, actor ligado por siempre a la filmografía de Lars von Trier, ofrece nuevamente una destacadísima ofrenda, esta vez bajo un freno y actitud analítica, y que sirve como el conducto para hacer funcionar todas esas disparatadas analogías que el director intenta amartillar en nuestra experiencia al ver esta película. Sin estos desplantes entre lo serio, irónico y gracioso que Skarsgård entrega en su papel, la cinta SIN DUDA sería un absoluto fracaso.

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Y es que Nymphomaniac conjuga claramente esa actitud beligerante que von Trier ha consolidado desde los inicios de su vida en el cine profesional, y que en Cannes 2011 alcanzó su punto de ebullición. Momentos selectos en esta cinta resuenan como notorios reclamos sarcásticos del director hacia sus detractores:

Joe: My name is Joe.

Seligman: I’m Seligman.

Joe: What fucking ridiculous name.

Seligman: ‘s Jewish.

Joe: You said you were not religious.

Seligman: No, but my grandfather was. And my parents gave me this name as… a kind of sentimental to Judaism Membership. But we have always been anti-Zionist. What is not the same as being anti-Semitic, as certain political powers try to convince us. Seligman means “Happy”.

Joe: So you’re happy?

Seligman: Well, I think so. My way.

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La influencia de Greenaway es notable dentro de la narrativa, donde resalta sobremanera la estructura de A Zed & Two Noughts (1985) que inserta pietaje documental (narrado por David Attenborough) a lo largo de su trama existencialista, así como una fijación con patrones visuales que comulgan con el plató, y que forman parte de su repertorio en todas sus retadoras y abstractas obras.

von Trier nunca deja de lado la pesadumbre bajo tintes de humor negro, en donde Uma Thurman ofrece un breve pero magnífico papel en el cual nos conduce a una controlada histeria provocada por la infidelidad, siendo una farsa en dosis perfectas que resulta entretenida para la audiencia.

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Stacy Martin, quien hace un estupendo debut en esta cinta como la epónima ninfomaníaca, nos recuerda a papeles y rasgos de personajes cinematográficos que encarnan a seres humanos a la deriva y esclavos de su propia indulgencia, como la rebeldía y ansia juvenil de un Alex DeLarge (Malcolm McDowell en A Clockwork Orange), el nihilista y materialista Patrick Bateman (Christian Bale en American Psycho) o un esclavo de las apariencias ante sus vicios como Brandon Sullivan (Michael Fassbender en Shame). Ella ofrece un cuarto vértice en relación a su trastorno disociativo frente a la vida, y el sexo sin ataduras como la alternativa y sustituto absoluto. Para quienes disfrutamos este tipo de interesantes narrativas, Nymphomaniac se une a ese espectro realmente variado, abstracto, bizarro y reaccionario ante la decencia y como comentario y/o crítica hacia las estructuras sociales.

En el cine de Lars von Trier sabemos que pocos son bienvenidos, ya que nos somete a enfrentar y encontrar puntos de reflexión en la crudeza de emociones que, aunque sean humanas y en mayor o menor grado cercanas a nosotros, son el recato, el desdén, nuestra consciencia o un reducido criterio lo que nos obliga a mirar hacia otro lado. Martin, en una entrevista, acierta al encontrar la forma de poder disfrutar de esta cinta sin el riesgo de ver trastornados nuestras creencias o convicciones:

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“I really trusted Lars. I didn’t have anything to lose; it was my first film. The script was so fascinating, it really made me believe in it. I had to jump on the train.

He was like, “I don’t want you to play what you think is a sex addict, because Joe isn’t like that, and it isn’t about making this stereotype of a nymphomaniac. It’s about showing the humanity of this person who has an addiction.” I thought that was a fair point, and he was right.”

En términos generales, no cabe duda que es un auténtico magnum opus para Lars von Trier, y coincido en el hecho de que es su mejor film y que condensa todo sus incendiarios recursos temáticos, influencias y estilo para dirigir, y que ofrece además en su conclusión no solamente un efectivo cliffhanger que nos hace compadecernos de la protagonista, sino una pausa para recobrar el aliento y para meditar, confiado en haber atraído el interés del público hacia su tragedia personal, por encima de los elementos titilantes que aparecen en demasía y que en forma lapidaria la tornan sobremanera en un trabajo de cine en riesgo de ser impenetrable.

Bienvenido sea el Volumen 2, y me mantengo entusiasta en la idea de ver en DVD/Blu-Ray el corte original de 5 horas.

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