Branded to Kill

Una narrativa a todo galope que tuerce el género del gangster film a base de destacados pero estrafalarios juegos con la cámara e impenetrables pero atrayentes personajes.

Branded to Kill | Japón, 1967
Dirigida por Seijun Suzuki
Libreto cinematográfico por Hachiro Guryu
Reparto: Joe Shishido, Koji Nanbara, Annu Mari y Mariko Ogawa
Cinematografía por Kazue Nagatsuka
Musicalización por Naozumi Yamamoto
Edición por Mutsuo Tanji
Producida por Kaneo Iwai
Distribuida por Nikkatsu

Branded to Kill (Koroshi no rakuin en su idioma original) es la obra maestra del radical realizador japonés Seijun Suzuki, y que tras su estreno provocaría una revolución artística que la haría vencer el paso del tiempo.

Siendo despedido por el estudio Nikkatsu tras su fracaso comercial, Suzuki se consolida como el estandarte de una corriente cinematográfica adelantada a su época, similar a la tendencia surrealista de un Buñuel, Dalí o Vigo. Branded to Kill sería revalorada como una de las cintas definitivas dentro de la ‘Nueva Ola’ japonesa.

El film narra la travesía de Goro Hanada (interpretado por Joe Shishido), número Tres dentro de la élite de asesinos en el país del Sol Naciente, y quien encuentra en el aroma del arroz cocido un afrodisiaco perfecto. Una serie de eventos desafortunados lo convierten en un estorbo para el mundo criminal, incluyendo un encuentro inusual con una femme fatale de tendencias suicidas (Annu Mari) y de armas tomar. Marcado para morir, Hanada es acechado por el misterioso Asesino No. 1 (Koji Nambara), en un juego del gato y el ratón que lo llevan a tomar determinaciones cruciales en su existir.

A diferencia de su anterior obra cumbre, Tokyo Drifter (1966), Branded to Kill se enfoca al 100% en el desarrollo pleno de un character piece. Las diferencias son explícitas entre los protagonistas de ambas cintas: mientras Phoenix Tetsu en Drifter nunca pierde la compostura y solemnidad a pesar de habitar en una puesta en escena en absoluta y continua metamorfosis, Hanada, por su parte, es sacado por completo de su zona de confort, cayendo en una espiral de emociones crudas que paulatinamente lo convierten en presa de sus enemigos y de su traicionero subconsciente.

Cool shit

En este aspecto, el esfuerzo actoral de Joe Shishido (con sus célebres implantes en las mejillas) es sorprendente, al mostrar en pantalla diversos estados de ánimo que inicia con un convincente estoicismo con rasgos maníacos, donde la persecución de sus obsesiones y la batalla contra sus más profundos temores lo llevan al colapso, pagando caro las consecuencias.

La película cuenta con un cúmulo de secuencias de acción que se han vuelto legendarias por su complejidad, originalidad y atrevimiento, y que denotan un salto de calidad evidente sobre Tokyo Drifter. Suzuki emplea buen espacio de tiempo para redondear al reparto de apoyo, donde destaca Annu Mari como Misako, cuya pálida efigie crea una figura espectral y de contundente impacto psicológico sobre el protagónico, siendo brutal e inalcanzable para él.

More cool shit!

La cinta posteriormente entra en un ciclo narrativo que sólo podemos catalogarlo como fantástico, donde los arquetipos del cine negro esculpen una serie de situaciones que nos transportan a diversas etapas que individualmente evocan diversos géneros cinematográficos, desde el action film, roman porno, nouvelle vague, thriller, expresionismo alemán y el drama psicológico, gestando un dilema existencial que se apodera por completo de la trama en su último tercio.

Esto nos lleva a ponderar a Branded to Kill en su estado más fundamental como una ‘male power fantasy’, donde la obsesión del protagonista por escapar de un destino trágico sólo lo hace acercarse más hacia un rite of passage donde su naturaleza anárquica y adolescente lo conduce a una regresión y miedo infantil, antes de declarar sus intenciones de volverse un macho alfa.

Esto nos hace apreciar con mayor sentido los símbolos fálicos que cada vez se hacen más notorios, incluyendo momentos donde la propia impotencia de Hanada por resolver sus predicamentos toma matices de índole sexual.

Esta pérdida de su raison d’etre lo llevan a contemplar la alternativa de la muerte. Suzuki establece un collage lleno de elementos con niveles de interpretación profundos como las mariposas y la lluvia las cuales forman parte de un mundo en el que el preciso manejo de cámara y la estupenda fotografía le dan un poder inusitado. En dicho mundo Hanada no tiene acceso fácil ni efectividad alguna, poniéndolo contra las cuerdas.

En la recta final de la historia los elementos absurdos nos llevan a considerar un viacrucis mental para Hanada, gestando un estado de fuga con atmósferas de paranoia y terror que llevan al personaje a dejar atrás sus defectos si desea consolidarse como el Asesino no. 1. El manejo explícito del vestuario en blanco y negro nos habla de dicho conflicto interno y sobre el cual la cinta sazona con instantes de comedia ligera, consolidando al film como un gran mashup dentro del cual el director hace alarde de un gran talento para evitar que su obra pierda su consistencia, aún por estrafalaria que parezca.

Branded to Kill es una pieza fílmica única e irrepetible, de gran influencia tanto visual como temática y cuyas profundas capas de contenido le otorgan forma y fondo, un vínculo de estilo y sustancia llevado a puerto seguro por un verdadero genio de lo contracorriente.

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