The Dark Knight Rises

Christopher Nolan edifica un concienzudo análisis social que esconde perfectamente bajo los engranes de un blockbuster que aglutina épicos performances y escenarios de esperanza en conflicto con la desolación.

The Dark Knight Rises | Estados Unidos, 2012
Dirigida por Christopher Nolan
Libreto cinematográfico por Jonathan Nolan y Christopher Nolan; historia por Christopher Nolan y David S. Goyer
Reparto: Christian Bale, Michael Caine, Gary Oldman, Anne Hathaway, Tom Hardy, Marion Cotillard, Joseph Gordon-Levitt, Morgan Freeman, Matthew Modine, Cillian Murphy y Liam Neeson
Cinematografía por Wally Pfister
Musicalización por Hans Zimmer
Edición por Lee Smith
Producida por Legendary Pictures, Syncopy Films y DC Comics
Distribuida por Warner Bros. Pictures

No podemos dejar de lado esto: The Dark Knight Rises es, en términos fundamentales, un action film.

Pero es un action film que no solamente es épico por sus desplantes vertiginosos y coreografías de ultraviolencia con atractivos efectos visuales y set pieces monumentales, sino que se conjuga acertadamente con un cúmulo de emociones dentro de un espectro que gravita entre lo sutil e introspectivo hasta lo visceral y caótico.

La cinta aumenta los decibeles respecto a las entregas anteriores de la trilogía (Batman Begins, The Dark Knight), y realiza por completo la promesa de un Christopher Nolan por dominar un género que parecería inalcanzable — y que con Inception (2010) logra en contraste una fineza y pulcritud a diferencia de la estridencia e ímpetu con la que se presenta este largometraje.

En este momento no se puede negar que cualquier género bajo la batuta de Nolan ofrece insights, perspectivas y reflexiones out-of-the-box. Esta vez expone los riesgos de agendas de cambio llevadas al extremo, donde catalizadores como la riqueza y la pobreza y consecuencias radicales como el terrorismo se exhiben sin tapujos y con gran severidad con el transcurrir de los minutos.

En este sentido, The Dark Knight Rises alcanza un ápex, y vuelve a dejar en el suelo la etiqueta del superhero film para transformarse en una mirada muy pesimista y repleta de una contundente ausencia de esperanza para una Unión Americana contemporánea, en un estado de fuga al alcance de intereses perniciosos que nos alejan por completo de la civilidad y la coexistencia cordial.

Temáticamente, resuena sobremanera Batman Begins (2005), que con el transcurso de los años se ha desvanecido su impacto e importancia, a lo cual el equipo creativo de los hermanos Nolan y David Goyer realzan y la vuelven trascendente otra vez para cerrar este ciclo fílmico, dando como resultado una narrativa que es cohesiva y que minimiza todas las fallas inherentes que pudo mostrar.

Y es que a pesar de sus yerros — un ultra complicado inicio que se ve enmascarado por un cúmulo de combates y secuencias de alto octanaje, la presentación sucesiva y dispar relevancia de nuevos personajes en el segundo acto — no demeritan este esfuerzo llamado The Dark Knight Rises, que siempre tiene un punto en el cual hace hincapié, y que es la travesía de Bruce Wayne y su peculiar vicisitud interna por encontrar un propósito de vida ante la tragedia personal, y de cómo encuentra una solución la cual afecta a todos los niveles de una sociedad, arrastrándola de tajo a un estado de confusión, desestabilización y reclamo.

Dentro de este maremágnum la cinta encuentra un punto focal en la persona de John Blake, interpretado por Joseph Gordon-Levitt, y que carga quizás el rol más importante al ser la manifestación del espíritu optimista del ciudadano americano, pero evidentemente desilusionado con las instituciones que se erigen sobre los estratos poblacionales, incapaces de brindarles protección, bienestar equitativo y esperanza.

La forma en la que Nolan ha cimentado un conjunto homogéneo de actores en el período del 2005 al 2012 (con Batman Begins, The Prestige, The Dark Knight, Inception y The Dark Knight Rises) no solamente es curioso sino que muestra un sentido pleno de confianza en un trabajo colaborativo donde cada uno de los componentes aporta significativamente a la trama, incluyendo una repetición del rol indescriptible pero atractivo de Marion Cotillard (como Miranda Tate en esta cinta, Mal en Inception) quien se torna nuevamente en un cypher, una presencia poco profunda pero de gran impacto al servicio de la narrativa, y que le da al realizador la oportunidad de mover las demás piezas en su plan maestro y ofrecer sorpresas para el espectador.

Tom Hardy, quien interpreta a Bane, hace un amalgama interesante de sus papeles en Bronson (Nicolas Winding Refn, 2008) e Inception, donde moldea una figura imponente con teatralidad y soltura sobre el escenario, ofreciendo un gran performance que desafortunadamente el guión no le brinda una salida triunfal.

A pesar de sólidos roles ofrecidos por Michael Caine, Morgan Freeman y Gary Oldman como Alfred, Lucius Fox y Jim Gordon, respectivamente, son empleados solamente por Nolan en instantes adecuados para cerrar de forma efectiva story threads dejados atrás, incluyendo la aparición especial de un Cillian Murphy cuya presencia le otorga un aura off-beat a la cinta, recordándonos escenarios sacados de la mente de un Lewis Carroll o un L. Frank Baum, así como también una breve secuencia con Liam Neeson que es propicia para recordarnos el pasado tormentoso de Bruce Wayne y cimentar la importancia de Batman Begins y sus subtramas que sutilmente se habían puesto al margen y que ahora retoman prominencia en la conclusión de la saga.

Nolan coloca a Anne Hathaway bajo una postura interesante, donde parcialmente ocupa el rol de una femme fatale que se diluye en enérgico comentario social, donde cada intervención suya tiene la medida precisa y que demuestra un tino del realizador para poner distancia considerable entre su actuación contra el inolvidable papel de Michelle Pfeiffer en Batman Returns (Tim Burton, 1992). Para esto, Nolan sustituye decadencia mental por elegancia plástica e ira inmisericorde contra la clase privilegiada para el personaje de Selina Kyle.

Pero es Gordon-Levitt el que se roba cada escena y el que se lleva las palmas, el ancla moral en un mundo fuera de control y decoro, cuyo character arc refleja una especie de mashup entre la lealtad y renuencia a caer en la oscuridad de un Dick Grayson/Robin/Nightwing y la inteligencia, sobriedad y capacidad de respuesta de un Tim Drake/Robin/Red Robin en los comics, dejando claro además que pasa por el mejor momento de su carrera.

Esto nos lleva a ponderar la intención con la que el realizador pretende llevar la historia de Bruce Wayne a lo largo de la cinta, donde la propia actuación de Christian Bale pareciera llevar intencionalmente un bajo perfil a favor de darle énfasis a la ideología sociológica que lleva un peso específico en el libreto, convirtiendo de paso a Batman como algo etéreo cuyo alcance no se puede cuantificar, y que en el último tercio sus acciones tangibles nos hablan de la búsqueda de la redención y el sacrificio por el bien común.

The Dark Knight Rises se convierte en el análisis de la influencia de una figura legendaria capaz de inspirar y forjar conductas y cuya ausencia solamente le otorga más poder y alcance.

Christopher Nolan entrega con esto un magnum opus, una serie de películas que se sumergen en el corazón de una metrópoli para desmenuzar las fuerzas que le imprimen progreso, las consecuencias y reacciones positivas y negativas que ello conlleva. Una obra coherente de principio a fin que supera el estandarte de una adaptación al lenguaje cinematográfico, convirtiéndose sin lugar a dudas en la trilogía de comics on film por excelencia.

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