Solaris

Andrei Tarkovsky se sirve de la estructura de la ciencia ficción para elaborar una robusta narrativa que explora facetas de la existencia humana en su relación con la memoria.

Solaris | Unión Soviética, 1972
Dirigida por Andrei Tarkovsky
Libreto cinematográfico por Fridrikh Gorenshtein y Andrei Tarkovsky
Basada en la novela homónima por Stanis?aw Lem
Reparto: Natalya Bondarchuk, Donatas Banionis, Jüri Järvet, Vladislav Dvorzhetsky, Nikolai Grinko, Olga Barnet, Anatoli Solonitsyn y Sos Sargsyan
Cinematografía por Vadim Yusov
Musicalización por Eduard Artemyev
Edición por Lyudmila Feiginova
Producida por Viacheslav Tarasov
Distribuida por Mosfilm

Andrei Tarkovsky (1932-1986) es quizás el exponente artístico más importante que dio la extinta Unión Soviética en el siglo XX. Su obra fílmica, aunque escasa (sólo 7 largometrajes antes de su muerte a causa de cáncer), se compone de estudios psicológicos profundos y de experimentos en el manejo de la cámara trascendentales, que han dejado escuela hasta nuestros días. Nadie como él ha logrado dominar el ritmo pausado y de amplio recorrido sobre la puesta en escena, donde una y otra vez escudriña paulatinamente el movimiento humano a través de la unidad de tiempo.

Su tercera cinta, Solaris (Солярис, Solyaris), hace énfasis en el estudio de la personalidad de su reparto por encima de adelantos visuales, pero que a pesar de ello resaltan sobremanera a lo largo del film. La película narra la misión del psicólogo Kris Kelvin (Donatas Banionis) para hacer un diagnóstico médico a la tripulación de una estación espacial situada sobre el planeta Solaris, quienes han sufrido un paulatino colapso nervioso tras su contacto con la extraña atmósfera del astro.

Kelvin sufrirá las mismas consecuencias, donde la imagen de la enigmática Hari (Natalya Bondarchuk) lo hará meditar sobre aspectos de su identidad y la relación que entabla con el mundo a su alrededor.

La cinta ahonda de manera pronunciada en el discurso filosófico y psicológico de lo que nos define en el plano terrenal, en formas sutiles y emocionantes. A medida que avanza la cinta — a un ritmo pausado, sumamente tranquilo e hipnótico — el público es testigo de las manifestaciones físicas de los recuerdos de Kelvin, develando ante nosotros una versión unilateral del “ego” del protagonista.

De esta forma, Solaris impregna un velo de intriga, donde en realidad Kelvin oculta traumas severos (y que están lejos de explicarse) que amenazan con atormentarlo una y otra vez. En este aspecto la cinta es efectiva al mostrarnos y hacernos debatir si estamos presenciando una historia de amor no consumado o bien una imagen optimista, distinta, falsa, de un recuerdo claramente amargo.

La inteligencia extraterrestre que interactúa con el reparto es presentada en base a un trabajo de edición sobresaliente, despertando momentos inquietantes. Solaris no es una cinta de horror persé, pero logra desconcertar al público, donde el uso continuo de espejos nos habla de una visión torcida y espeluznante de la conciencia humana. El montaje nos oculta en todo momento la verdadera naturaleza de una fuerza desconocida en contacto con la raza humana, manteniéndonos en vilo, temerosos de algo que a simple vista siempre se mantiene ausente, pero al acecho.

Bondarchuk engloba en su performance esta dualidad humana/alienígena, donde ella también atraviesa un proceso de autodescubrimiento a medida que la envuelven los recuerdos trágicos que comparte con Kelvin, y que ella entrega con gran dramatismo, desesperación y desconcierto, siendo todo un tour de force que nos deja un sinsabor y depresión genuinos.

El uso de la música (que combina synths y música de cámara en instantes selectos) también alimenta esta sensación de malestar y preocupación, donde el misticismo del planeta Solaris nos lleva a una breve experiencia sensorial – las breves secuencias de los exteriores del planeta son fascinantes – donde su gran calma nos causa paradójicamente una gran tensión,

La cinta culmina de forma lapidaria, donde el gran cúmulo de sentimientos depresivos llega a un crescendo contundente, de gran impacto tanto para el protagonista como para el propio escenario estelar. El realizador nos entrega un efecto de elipsis que nos remite a los conflictos familiares de Kelvin mostrados durante el inicio del film, pero con un giro en la trama sumamente ingenioso.

Solaris es uno de los films de ciencia ficción más importantes jamás hechos, que además de mostrarnos una faceta más del sueño de la exploración planetaria, nos abre una ventana al análisis de la condición humana en su encuentro con lo desconocido y con su yo interior, en conflicto eterno por lograr una conciliación, un sentido de paz, la plenitud y redención personal.

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